Hace tiempo que sabemos, nosotros los de los privilegios,
los que tenemos mejores salarios,
los que ocupamos casi todos los espacios de poder,
los que ponemos en palabras quién es puta, puto, prostituta, turra.
Nuestras prostibularias conciencias lo saben.
Lo sabemos nosotros que hablamos de delicadezas femeninas,
los que hablamos del sexo débil,
los que nos imponemos con la potencia violenta de nuestra voz,
los que psicopateamos a nuestras compañeras para birlar las sororidades de la tribu asamblearia de la organización feminista,
en nombre del Che, de Mao, el ritual de responder a la orga.
Lo sabemos porque los palcos hablan desde el atril de los sindicatos,
desde la tribunera política,
desde los palcos estudiantiles,
desde la cabecera de la mesa masticadora de la familia,
desde el púlpito eclesiástico,
desde los motores montados en millones de autos.
Lo sabemos en los ojos inyectados de los objetores de conciencia,
de los que pregonan el amor a la vida para sorber el poder de decidir sobre el cuerpo de las mujeres.
Los sabemos nosotros los que rompemos los cuerpos de las mujeres en la calle con la verborragia de la violenta testosterona del sistema.
Lo sabemos nosotros desde el amor monogámico,
desde la propiedad romántica de los cuerpos,
que corta, que mutila, que degrada y asesina,
que paren femicidas.
La esclava resonancia del amor de los machos de las canciones,
de las poesías,
de las televisivas novelas del patriarcado,
de las propagandas sexistas y roles higienistas asignados.
Lo sabemos nosotros los que decimos acompañar,
los que abrazamos los preceptos feministas,
los que nos creemos avanzados en la deconstrucción de nuestro propio macho,
lo sabemos.
Sino hay igualdad,
sino hay libertad,
sino hay revolución feminista,
sino hay un patriarcado en ruinas,
la deconstrucción es una farsa,
sólo una mueca más del sistema patriarcal.
Cristian Arrieta
Trabajador Social.
Militante de la Agrupación Paco Urondo.
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